Nadie contaba calorías, contábamos si alcanzaba para todos.
A mis nietos adolescentes
No quiero convenceros de que deberíais cambiar el móvil por una comba ni la consola por una peonza. Sé que suena ridículo. Pero dejadme contaros, con cariño, cómo fue mi adolescencia. No para que la envidiéis (aunque podríais), sino para que entendáis que no también fui joven, raro, inseguro, y sí: también insoportable.
Mi adolescencia llegó sin aviso, como una tormenta en agosto. De un día para otro, mi voz empezó a sonar como si tuviera una radio vieja en la garganta, me salió un bigote que parecía dibujado con lápiz y, de pronto, las chicas me miraban… distinto. Yo también miraba, claro. Y me confundía. Porque, aunque no había TikTok, las hormonas venían sin manual de instrucciones.
Crecí en una España donde escaseaban muchas cosas: los lujos, los caprichos, las respuestas. Pero sobraba algo que hoy echo de menos: tiempo. Los juguetes eran pocos y, en su mayoría, improvisados. Si querías una espada, agarrabas un palo. Si querías una pelota, alguien tenía que inflar la de trapo sin reventarla. Si querías un videojuego… pues te subías a un árbol y jugabas a no matarte.
Los amigos no se agregaban, se buscaban. Y las conversaciones eran cara a cara, sin emojis ni filtros, pero con mucho doble sentido y bastantes codazos. No había redes sociales, pero todos sabíamos quién gustaba a quién, qué profesor estaba de mal humor y qué vecino tenía la radio demasiado alta.
Y hablando de la radio… qué maravilla. La "nueva ola" sonaba como si el futuro se colara por las rendijas. Escuchar a Los Brincos era como abrir una ventana en una habitación cerrada. La televisión apenas existía, y cuando llegó, fue casi un evento religioso. ¡Ver a alguien moverse dentro de una caja! Increíble. Claro, ahora os reís, pero esperad a que os llegue el holograma de turno, ya veremos si no alucináis igual.
En casa, la comida no era “orgánica”, “sin gluten” o “plant based”. Era lo que había. Y estaba buena. Punto. Nadie contaba calorías, contábamos si alcanzaba para todos. Y, aun así, las sobremesas duraban más que las comidas. Hablábamos. Discutíamos. Nos reíamos. A veces llorábamos. Era una especie de terapia familiar sin coste alguno.
Ahora, os observo desde el otro lado del sofá. Vosotros, con el móvil encorvando la espalda, los auriculares puestos, los pulgares dándole a la pantalla como si de eso dependiera el destino del planeta. Y no os juzgo. En serio. Solo que, a veces, siento que nos hemos distanciado más de lo que deberían permitirnos los metros cuadrados del salón.
Lo que me golpea no es solo nostalgia —esa viene por defecto con los años, como las canas y el colesterol—. Lo que me duele de verdad es la sensación de que algo esencial se ha roto. Que antes, con menos cosas, teníamos más conexión. Y ahora, con toda esta tecnología diseñada para unirnos, parece que nos entendemos menos.
Vosotros lo tenéis todo al alcance de un clic. Yo tenía que esperar semanas para recibir una carta, o colarme en una cabina con cinco duros para llamar a alguien sin que me oyeran los vecinos. Vivís en un mundo donde todo está grabado. Yo vengo de uno donde lo importante había que recordarlo, porque no se podía repetir.
Pero ¿sabéis? No creo que vuestro mundo sea peor. Solo distinto. Y también tiene sus retos. Tanta presión, tanta imagen, tanta necesidad de estar siempre "conectados"… debe de ser agotador. Nosotros, al menos, podíamos desaparecer un rato sin que nadie nos buscara por GPS.
Así que no, no vengo a daros lecciones. Solo a contaros, con una media sonrisa, que crecer siempre ha sido raro. Que sentirse fuera de lugar no es nuevo. Que la adolescencia siempre ha sido un caos disfrazado de libertad.
Y que, aunque vivamos en mundos diferentes, hay cosas que no cambian: las dudas, los miedos, las ganas de ser alguien, de entender qué demonios estamos haciendo aquí. En eso, vosotros y yo no estamos tan lejos.
Solo os pido algo: no perdáis del todo la costumbre de mirar a los ojos, de hablar sin pantalla, de aburriros de vez en cuando. Puede que ahí encontréis algo que ni el mejor algoritmo os va a sugerir jamás.
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