EL ABUSO DE BULOS, MEDIAS VERDADES Y MENTIRAS EN EL DISCURSO PÚBLICO

 

No solo socava la confianza en los políticos y las instituciones, sino que también fragmenta a la sociedad.

Ayer me reuní en una comida con amigos de la juventud y en los postres coincidimos todos que no habíamos hablado ni una palabra del momento político actual, algo que es habitual en cualquier foro de reunión entre personas. Esta experiencia a mí me retrotrajo a nuestra anterior etapa universitaria franquista.


Durante la dictadura, el debate político estaba reprimido oficialmente, y cualquier expresión contraria al régimen podía tener consecuencias graves. Sin embargo, en los ambientes universitarios se respiraba un aire de mayor oposición, con debates que trascendían las etiquetas rígidas de izquierda o derecha. La oposición a la dictadura era, en esencia, un rechazo a la falta de libertades, más que una adscripción ideológica concreta. Esto permitía cierta transversalidad en las posturas políticas, uniendo a personas de diversas tendencias bajo un objetivo común: la democracia y la libertad.

En cambio, hoy en día, aunque disfrutamos de un marco democrático donde el debate político es técnicamente libre, hay una creciente polarización y simplificación de las posturas. Los políticos y, en buena medida, los medios de comunicación han contribuido a crear narrativas que dividen a la sociedad en bandos opuestos, reduciendo cuestiones complejas a etiquetas de "izquierda" o "derecha". Esto puede inhibir las conversaciones políticas en contextos sociales informales, donde muchos prefieren evitar temas que puedan generar conflicto.

El "silencio político de ayer" puede interpretarse desde dos ángulos complementarios. Por un lado, la polarización actual, alimentada por discursos simplistas y cofrontativos, puede desalentar las conversaciones políticas en espacios sociales. Las personas, cansadas del tono divisivo y la falta de matices, prefieren evitar discusiones que podrían escalar a enfrentamientos innecesarios. Esta evasión no significa indiferencia, sino más bien un rechazo a un estilo de debate que muchas veces no aporta al entendimiento mutuo. Y por otro, recuerdos compartidos, vivencias comunes, o reflexiones sobre temas trascendentes. Estas conversaciones pueden ser un refugio frente a la saturación informativa y el ruido político, permitiendo que las relaciones humanas se cultiven desde lo emocional, lo anecdótico y lo íntimo.

Siento hartazgo frente a un clima político que parece estar dominado por el enfrentamiento sistemático y el "y tú más". Este patrón de descalificación y confrontación, amplificado por los medios de comunicación y las redes sociales, puede ser agotador y alienante para quienes valoran el diálogo constructivo y el respeto por la diversidad de opiniones. Además, el abuso de bulos, medias verdades y mentiras en el discurso público no solo socava la confianza en los políticos y las instituciones, sino que también fragmenta a la sociedad. Cuando el debate se reduce a descalificaciones y tácticas para desacreditar al adversario, se pierde de vista lo más importante: construir soluciones para los problemas reales que afectan a las personas.

Este ambiente no solo cansa, sino que también genera apatía y desinterés en el ámbito político. Muchas personas, nos sentimos saturadas de este ruido constante, lo que puede llevarlas a desconectarse de un ámbito que debería ser una herramienta para el progreso común.

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