A todos los que hemos cumplido los setenta…
…y fuimos los niños de la postguerra.
Los niños de las pavorosas
décadas de los cuarenta- cincuenta, cuando España olía a carburo y gasógeno y
el racionamiento, el estraperlo eran el “pan nuestro de cada día” y nos
faltaban “veinticinco céntimos para un real”. El post de una absurda guerra
llegó con infinidad de susurros medrosos para hablar de casi cualquier tema,
sobresaltos para vivir e imposible soñar.
Somos el producto de una generación
bisagra, nunca existió generación que uniera con tanta fuerza pasado y futuro.
Nosotros hemos conocido el brasero y la calefacción solar, los carros tirados
por mulas, el AVE y los satélites surcando el espacio. Conocimos la palangana y
el hidromasaje, los trillos y el tren de alta velocidad, las alpargatas de
esparto y el traje de ceremonia, los sabañones, el jabón lagarto y el aceite de
hígado de bacalao.
Saltando a la comba |
Los niños de esa generación aguantamos
sin secuelas, los capones o “palmetazos” sufridos en el colegio y el dominio de
los mayores. Aprendíamos la lista de los reyes godos para ejercitar la memoria,
los dictados eran una prueba de ortografía básica, las raíces cuadradas había
que resolverlas sin calculadora y traducíamos del latín la Guerra de las Galias
en el primer examen de la reválida de cuarto de bachillerato. Y si suspendías
en junio, te perdías las vacaciones de ese verano estudiando. Algunos de nosotros
terminamos estudiando en la Universidad, pero muchos más aprendieron un oficio,
iniciado como aprendices. Y el futuro no nos parecía gris, lastrado por la opresión
de una dictadura, sin embargo, los jóvenes de entonces soñábamos con tener una
bicicleta
Jugando a las bolas |
Ahora
que, paulatina y sigilosamente, nos hemos apartado de la historia y dejamos nuestras
tareas profesionales, quizá sea el momento de recordar que nuestro esfuerzo nos
ha traído cambios políticos, económicos y sociales de enorme envergadura.
Cuanto hicimos, lo hicimos en paz en un país al que nunca le faltaron guerras
fratricidas o africanas, guerras de Cuba o guerras carlistas, guerras de
independencia o guerras caciquiles. Mientras duró el franquismo, los miembros
de esta generación bisagra capeamos como pudimos la dictadura para terminar,
junto a otros, diseñando concordias que permitiesen olvidar un pasado. Sepultamos
revanchas, palabrerías bélicas y aquella horrible división entre buenos y malos
inventada por nuestros mayores. Nos olvidamos que habían existido checas rojas
y paseos fascistas al amanecer. Dimos carpetazo a las leyes de urgencia para
establecer una ley constitucional que pudiese complacer a ricos y pobres, conservadores
y progresistas, inquietas gentes mitradas y enojadas gentes con estrellas en la
bocamanga. Sin ellos, la vida seguirá, por supuesto. Vendrán otras generaciones
que se enorgullecerán de logros sociales o de avances científicos hoy
inimaginables. Pero existen encrucijadas que sólo les toca vivirlas a seres
humanos de los que el destino parece enamorarse de un modo muy particular,
seres como los niños nacidos en la posguerra española, que ahora estamos
jubilados, y hemos sido bisagra de unión entre el pasado lejano y el vigoroso
futuro.
Muy interesante y muy real. Nuestra generación ha dejado algo que siempre permanecerá, salimos adelante con ilusión y con ganas de futuro, ahora a pesar de estar jubilados seguimos con ganas de seguir viviendo y haciendo igualmente futiro
ResponderEliminarInteresante, profundo y, sobre todo, con grandes dosis de realismo. Lectura muy recomendable, en suma.
ResponderEliminarY no contais que algunos somos hijos de padres que tuvieron que emigrar para poder mantener a la familia que en españa no podian mantener. Disfrutamos de otra tierra quizas con menos escasez pero con mucha mas morriña.
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