Con total impunidad.



TERMINARON LOS MUNDIALES, DEJARON SUS SECUELAS

Los compradores de niños montaron una gran organización: secuestraron, adquirieron y engañaron a miles de menores de las favelas más pobres, sin luz ni agua corriente y sin comida, para satisfacer la demanda del sexo pagado.
Estos malnacidos, consiguieron embaucar a las niñas con la promesa de trabajar, pero aun así no eran suficientes: importaron a cientos desde los países vecinos como Paraguay.
Infinidad de obreros de todo Brasil llegaron a las ciudades sedes de los juegos, instalándose en las favelas de pobreza extrema, y haciendo disparar la demanda de sexo infantil y de mujeres desesperadas por sacar adelante a sus hijos malnutridos. ¿Cómo hubiera reaccionado el mundo si cientos de mujeres trabajadoras hubieran demandado sexo de niños pequeños, y luego los golpearan, violaran, vejaran, y a muchos los mataran? La gigantesca industria del sexo se mueve no sólo en un mercado globalizado y sin fronteras, sino también dentro de la milenaria cultura patriarcal que ha normalizado la esclavitud sexual de las niñas y mujeres, con total impunidad.
Es muy probable que la mayoría no regrese jamás a su domicilio, se convertirá en propiedad de las bandas mafiosas, se quedará embarazada, será madre soltera si no se muere ella y/o su bebe, y la calle será su único hogar.
Terminaron los mundiales de futbol que fueron espectáculo mediático para millones de futboleros, sin embargo otras noticias no asomaron a la opinión pública mundial sobre los abusos sexuales a miles de niñas, secuestradas, violadas y maltratadas en la floreciente industria de la prostitución que rodea los mundiales de futbol y otros grandes acontecimientos de masas.
Puede que en los próximos torneos se ofrezca, como lo hicieron en Europa, burdeles de “tarifa plana”, donde el cliente puede tener sexo ilimitado con ilimitadas niñas y mujeres y en ilimitados lugares: carreteras, selvas o en paradas de taxis.

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