EL RÉGIMEN SE ABATE.
EN SU LUCHA POR
SOBREVIVIR, EL REY ABDICA.
Nunca desde la Transición el sistema
había estado tan cuestionado como ahora. Los pilares que lo sustentan, la
monarquía, el poder judicial y el bipartidismo, están desde hace tiempo deslegitimados.
No nos creemos sus mentiras, esas que buscan apuntalar un régimen que se desmorona.
Lo que hasta hace muy poco parecía un imposible, ahora se plantea como una
realidad. La sociedad política en su conjunto necesita urgentemente un cambio
de rumbo que permita a la ciudadanía recuperar la confianza perdida. Se
precisan urgentemente dimisiones testimoniales y una catarsis que debe
generarse desde las alcaldías hasta la jefatura del Estado, pasando por el
gobierno de la Nación.
El anuncio de la abdicación real es un
intento desesperado para salvar la situación, una tentativa para relegitimar no
solo a la monarquía sino a todo su séquito de malos jueces, malos políticos, comparsa…
que durante tantos y tantos años, demasiados, han vivido a costa de esa falsa
Transición, intentando borrar o enmascarar el pasado colectivo. Nuestro olvido
fue el sustrato de su victoria, no solo moral sino política y económica.
La crisis ha puesto en jaque al
régimen del 78. La gente ha dicho “ya basta”. Lo vimos con la emergencia del
15M, tres años atrás, la extensión de la desobediencia civil, la ocupación de
viviendas vacías en manos de bancos para quedarse en pisos desocupados, con un
amplio apoyo popular, pese a la criminalización de la protesta. A más pobreza
más dolor, pero, gracias a dicha movilización, más conciencia de quienes ganan
con dicha situación, banqueros, políticos.
Los acontecimientos que generados por
el mal uso que algunos políticos han venido haciendo de lo publico en beneficio
privado, están arrastrando a una sociedad cada vez más sensibilizada y harta, a
reclamar otra manera de hacer política mucho más cristalina y diáfana, en donde
cada uno debe posicionarse para contribuir eficazmente en conseguirlo. La
pérdida de 17 escaños entre el PP y el PSOE, que han pasado de representar el
80% del electorado en 2009 a un históricamente bajo 49%. Aunque sería absurdo
extrapolar estos resultados a otras elecciones, sí se pueden sacar conclusiones
de las tendencias que mostraron los ciudadanos. Y una de ellas es que se ha
podido vislumbrar el hastío de los votantes hacia los dos partidos. Por eso, es
imprescindible que propicien de verdad ese movimiento de regeneración
democrática que necesita España. Cuanto más tarden en emprenderlo, más desencanto
continuarán generando.
El auge del nacionalismo burgués en
Catalunya ha colocado, también, en un brete al régimen. Ahora, las elecciones
europeas han dado “el golpe de gracia” a un sistema en corrupción con los cinco
escaños de Podemos, un movimiento rompedor y desconocido que pone nervioso, muy
nervioso al poder. Tal vez por eso la abdicación real es la última maniobra de
salvación. Sin embargo, recordemos, el sistema tiene capacidad de maniobra. La renuncia
del Rey muestra la debilidad de los pilares del régimen, y la fuerza popular
necesita la apertura de procesos constituyentes en todo el Estado y decidir qué
futuro queremos.
La recuperación de la economía
española depende, ahora más que nunca, de la transformación de nuestro sistema
político y económico. España necesita urgentemente una regeneración, que
debería comenzar por la democratización de los políticos. Es muy probable que
una nueva etapa esté a punto de iniciarse deberá diferenciarse de la anterior
que ha durado más de tres décadas, en la que los ciudadanos no deben limitarse
exclusivamente a votar cada cuatro años.
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