lunes, 9 de junio de 2014

EL RÉGIMEN SE ABATE.



EN SU LUCHA POR SOBREVIVIR, EL REY ABDICA.
Nunca desde la Transición el sistema había estado tan cuestionado como ahora. Los pilares que lo sustentan, la monarquía, el poder judicial y el bipartidismo, están desde hace tiempo deslegitimados. No nos creemos sus mentiras, esas que buscan apuntalar un régimen que se desmorona. Lo que hasta hace muy poco parecía un imposible, ahora se plantea como una realidad. La sociedad política en su conjunto necesita urgentemente un cambio de rumbo que permita a la ciudadanía recuperar la confianza perdida. Se precisan urgentemente dimisiones testimoniales y una catarsis que debe generarse desde las alcaldías hasta la jefatura del Estado, pasando por el gobierno de la Nación.
El anuncio de la abdicación real es un intento desesperado para salvar la situación, una tentativa para relegitimar no solo a la monarquía sino a todo su séquito de malos jueces, malos políticos, comparsa… que durante tantos y tantos años, demasiados, han vivido a costa de esa falsa Transición, intentando borrar o enmascarar el pasado colectivo. Nuestro olvido fue el sustrato de su victoria, no solo moral sino política y económica.
La crisis ha puesto en jaque al régimen del 78. La gente ha dicho “ya basta”. Lo vimos con la emergencia del 15M, tres años atrás, la extensión de la desobediencia civil, la ocupación de viviendas vacías en manos de bancos para quedarse en pisos desocupados, con un amplio apoyo popular, pese a la criminalización de la protesta. A más pobreza más dolor, pero, gracias a dicha movilización, más conciencia de quienes ganan con dicha situación, banqueros, políticos.
Los acontecimientos que generados por el mal uso que algunos políticos han venido haciendo de lo publico en beneficio privado, están arrastrando a una sociedad cada vez más sensibilizada y harta, a reclamar otra manera de hacer política mucho más cristalina y diáfana, en donde cada uno debe posicionarse para contribuir eficazmente en conseguirlo. La pérdida de 17 escaños entre el PP y el PSOE, que han pasado de representar el 80% del electorado en 2009 a un históricamente bajo 49%. Aunque sería absurdo extrapolar estos resultados a otras elecciones, sí se pueden sacar conclusiones de las tendencias que mostraron los ciudadanos. Y una de ellas es que se ha podido vislumbrar el hastío de los votantes hacia los dos partidos. Por eso, es imprescindible que propicien de verdad ese movimiento de regeneración democrática que necesita España. Cuanto más tarden en emprenderlo, más desencanto continuarán generando.
El auge del nacionalismo burgués en Catalunya ha colocado, también, en un brete al régimen. Ahora, las elecciones europeas han dado “el golpe de gracia” a un sistema en corrupción con los cinco escaños de Podemos, un movimiento rompedor y desconocido que pone nervioso, muy nervioso al poder. Tal vez por eso la abdicación real es la última maniobra de salvación. Sin embargo, recordemos, el sistema tiene capacidad de maniobra. La renuncia del Rey muestra la debilidad de los pilares del régimen, y la fuerza popular necesita la apertura de procesos constituyentes en todo el Estado y decidir qué futuro queremos.
La recuperación de la economía española depende, ahora más que nunca, de la transformación de nuestro sistema político y económico. España necesita urgentemente una regeneración, que debería comenzar por la democratización de los políticos. Es muy probable que una nueva etapa esté a punto de iniciarse deberá diferenciarse de la anterior que ha durado más de tres décadas, en la que los ciudadanos no deben limitarse exclusivamente a votar cada cuatro años.

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