martes, 28 de enero de 2014

Mucho más que sólo el voto cada cuatro años



POR OTRA DEMOCRACIA MÁS REAL Y MÁS PARTICIPATIVA. 
 
El “no nos representan” define de forma muy precisa la situación. Una metáfora, el recurso para que los ciudadanos vuelvan a sentirse convocados, protagonistas de una política que solucione sus problemas y configure la rebeldía institucional contra la avaricia, la usura y la crueldad de las desigualdades. Significa también entender que los procedimientos son inseparables de los contenidos. Vivimos una crisis profunda de la política. Su descrédito general, más allá de la corrupción, se debe a que ha sido incapaz de ofrecer soluciones a los problemas de los ciudadanos. Tenemos tan claro que las decisiones económicas de los gobiernos se toman en los despachos de banqueros y especuladores o especuladores banqueros, que tendemos a olvidar el poder que conservan todavía los gobiernos para enfrentarse a la realidad. Cambiar la política significa recordar ese poder.

La sociedad en su conjunto se ha dado cuenta que existen cauces participativos a través de las redes sociales y la calle y están exigiendo a los partidos políticos otras vertientes que permitan a los ciudadanos estar más presentes en el devenir de la gestión política, por encima de una asistencia a las urnas cada cuatro años.

Resulta imprescindible, valorar las condiciones concretas de cada situación histórica para buscar respuestas efectivas. La historia política desde la transición, viene marcada por un poderoso sistema bipartidista con la ayuda de nacionalismos excluyentes como el catalán y vasco cuando ha hecho falta, este sistema impone una rotunda inercia neoliberal de privatizaciones, desmantelamiento del Estado y deterioro de los derechos laborales. El bipartidismo afecta al funcionamiento de sectores tan importantes como la justicia y la comunicación. El sistema necesita que el descrédito del PP se convierta en un granero de votos para el PSOE y los desencantos del PSOE en un caldo de cultivo para el PP. Sus peleas y sus errores son en el fondo un servicio de ayudas mutuas.

Desgraciadamente para muchos desengañados, el PSOE es experto en resucitar. Se sabe. Llega al poder, ofrece un respiro en derechos cívicos degradados por la derecha y luego vuelve a rodar en favor de los bancos, las leyes hipotecarias y las reformas laborales exigidas por los grandes empresarios. Parece que se hace necesario darse un respiro y permitir la entrada de nuevos aires que posibiliten un sistema de representación más participativo y democrático.

La crisis política y económica ha sido tan grave en estos años que la indignación cívica y la rebeldía son ahora un factor poderoso. Con una ley electoral y una situación mediática y económica tan hostil a la verdadera representación popular, la única manera de hacer efectiva esta rebeldía contra el bipartidismo es la constitución de un frente amplio que permita un vuelco significativo del paisaje parlamentario. Las fuerzas a la izquierda del PSOE coinciden en un 90 % en su lectura de la realidad. Fragmentar, disgregar, romper, hacer inviable ese frente amplio es un acto de irresponsabilidad.

Las situaciones de crisis graves alientan el populismo. Esas apariciones no son populistas y tienen incluso un significado sólido y mucho valor político. Pero tienen también una limitación y una irresponsabilidad: fragmentar, romper la unidad necesaria. Esta irresponsabilidad está causada casi siempre por otra irresponsabilidad más grave: el estancamiento de la fuerza mayoritaria de la izquierda, que prefiere convertirse en un tapón antes que poner en duda sus redes de control interno. Negarse a construir un marco cívico común para elegir a sus candidatos en unas primarias supone un error muy grave.

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