Determinismo demográfico
LOS ERRORES Y FALACIAS DEL LLAMADO COMITÉ DE
EXPERTOS SOBRE LAS PENSIONES PÚBLICAS
Vicenç Navarro | Catedrático de
Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra
La postura central del Informe del Comité de Expertos sobre las Pensiones
(a partir de ahora ICE) es que el crecimiento de la esperanza de vida y del
porcentaje de la población anciana en España hace insostenible el sistema de
pensiones públicas, a no ser que se hagan una serie de cambios que, en la
práctica, significarían una notable reducción de las pensiones públicas, tanto
de los futuros pensionistas como de los actuales. Tras una narrativa que
intenta transmitir un mensaje de objetividad y neutralidad tecnocrática, las
propuestas que realiza el Comité significarían la reducción más drástica de las
pensiones públicas que haya ocurrido en la mayoría de países de la Unión
Europea de los Quince (UE-15). Veamos los datos.
El ICE comienza señalando que el mayor problema que tiene el sistema de
pensiones públicas es el envejecimiento de la población. Enuncia, con gran
alarma, que en el año 1900 (inicio del siglo pasado, el siglo XX), “la
esperanza de vida de los españoles con 65 años era de unos 10 años; hoy esperan
vivir veinte años más (y hacia el 2050 se prevé que vivirán 25 años más)”. El
ICE señala que este crecimiento de la esperanza de vida es un problema enorme
para la sostenibilidad de las pensiones.
El otro “gran problema” que cree identificar el ICE es el crecimiento del
porcentaje de población anciana. El ICE señala que, mientras el porcentaje de
la población anciana (es decir, por encima de los 65 años) ha “crecido en las
últimas décadas hasta el 17% de toda la población, y está previsto que alcance
el 37% en 2052. En esta última fecha, por tanto, se espera que uno de cada tres
individuos tenga más de 65 años. En cifras absolutas, el número de pensiones
que prevé la Seguridad Social pasaría -dentro de cuarenta años a partir de
ahora- de los 9 millones actuales a los 15 millones en 2052”. El ICE concluye
que no habrá suficientes trabajadores cotizantes para sostener a tanto
pensionista y todavía menos para sostenerlos durante tantos años de vida y goce
de las pensiones. De ahí la necesidad de reducir las pensiones ya ahora, en
este momento, sin esperar más. Hay que hacerlo inmediatamente, tomando medidas
que el ICE reconoce que serán impopulares, pero que hay que hacer aprovechando
que ahora, en este momento de enorme crisis económica, la gente está receptiva
para hacerlas. En un borrador anterior, el Comité de Expertos escribía
explícitamente que hay que aprovechar este momento de crisis para poder hacer
estos cambios, de la gran importancia de los cuales son conscientes. Esta
observación desapareció de su informe final.
Los errores del determinismo demográfico
Uno de los ejemplos más claros de la inoperancia y falta de credibilidad de
las tesis de la insostenibilidad del Sistema Público de Pensiones es el fracaso
de sus predicciones. Juan Torres y yo tenemos todo un capítulo en nuestro
reciente libro Lo que debes saber para que no te roben la pensión (Editorial
Espasa. 2013) mostrando la falta de credibilidad de las proyecciones de los
catastrofistas. Una por una, estas proyecciones y previsiones (incluyendo las
que han hecho varios miembros del citado Comité de Expertos) han resultado
falsas.
Veamos ahora la predicción de que a mitad de siglo XXI el porcentaje de la
población anciana habrá pasado del 17% actual al 37% (en 2052) de toda la
población. Estas cifras han sido ampliamente utilizadas y citadas (ver mi
crítica al Profesor Josep Oliver sobre la utilización de estos datos en “Los
recortes de las pensiones no son inevitables” (Público 13.06.13). El ICE, para
llegar a estas cifras, hace toda una serie de supuestos altamente cuestionables
(que no se explicitan en el informe), siendo el mayor de ellos el que asume que
la población española pasará de ser 46 millones a 41 millones en los próximos
cuarenta años, con lo cual el porcentaje de los ancianos sobre el total de la
población aumentará espectacularmente. Para que esto ocurra se tiene que asumir
que, durante ese periodo, la población de España, en lugar de crecer, como ha
ocurrido durante los últimos cuarenta años, decrecerá. Esta observación
profundamente pesimista se basa en toda una serie de supuestos, también
altamente cuestionables, escogiendo siempre los peores escenarios posibles,
tales como que la natalidad continuará bajando y bajando; que la inmigración se
reducirá y no compensará la bajada de la natalidad; y que la economía crecerá
muy poco.
La natalidad, sin embargo, es una variable en la que se puede influir a
través de políticas públicas que sean favorables a aumentarla, políticas, todas
ellas, poco desarrolladas en España, el país europeo con menor desarrollo de
las políticas profamiliares. Varios países en la UE-15 han mostrado que la
reducción de la natalidad puede revertirse si hay voluntad política para
desarrollar políticas que la favorezcan. Algo semejante ocurre en cuanto a la
inmigración. La diferencia entre el nivel de vida de España y sus vecinos del
sur probablemente continuará e incluso aumentará, y con ella la inmigración. Y
es más que improbable que el aumento de la productividad no repercuta en un
aumento del crecimiento económico (tema del cual hablaré más tarde en el
artículo). No es, pues, probable que el escenario de crecimiento negativo tanto
económico como poblacional sea el más acertado.
El problema de las pensiones no es demográfico sino
económico
En realidad, lo que importa en cuanto a la sostenibilidad de las pensiones
no es el factor demográfico, sino el económico. El tema que debería discutirse
no es si habrá demasiados ancianos o no, sino si habrá suficiente riqueza en el
país para sostener a los ancianos y a todos los demás. Y ahí está el punto
clave que el ICE ni siquiera considera y por el que paga un coste: está
profundamente equivocado y ello es fácil de demostrar. Analicemos, primero, su
alarmismo acerca de que la esperanza de vida de las personas de 65 años se haya
doblado desde 1900, lo cual considera muy preocupante para la sostenibilidad de
las pensiones. Esta alarma es la que abre el informe cuando indica que en 1900,
la esperanza de vida de las personas de 65 años era 10 años y ahora es 20 años.
El que se haya doblado en más de un siglo le parece al ICE un enorme problema.
Pero el ICE no nos explica por qué es un problema. Le parece obvio que es
un problema. Pues bien, ignora que no hay ningún problema. El Comité de Expertos
parece desconocer que, desde 1900 hasta ahora, el PIB (es decir, la riqueza del
país) ha crecido 24 veces (si, 24 veces). Es cierto que la esperanza de vida de
las personas de 65 años se ha doblado en más de un siglo. Pero, ¿cuál es el
problema si la riqueza del país ha crecido 24 veces durante el mismo periodo,
es decir que el país es 24 veces más rico ahora que en 1900? Repito ¿Dónde está
el problema? ¿No cree el Comité de Expertos que una sociedad veinticuatro veces
más rica que en 1900 tiene recursos más que suficientes para pagar las
pensiones a aquellos trabajadores que han creado esa riqueza? Una sociedad
veinticuatro veces más rica tiene veinticuatro veces más recursos para los
pensionistas y veinticuatro veces más recursos para los no pensionistas. Repito
una vez más ¿dónde está el problema?
Hoy la sociedad española tiene recursos más que suficientes para
poder pagar las pensiones de los ancianos. Y los tendrá también para pagarlas
en la segunda mitad del siglo XXI. Unos cálculos sencillísimos del impacto del
aumento de la productividad en la riqueza del país así lo muestran. Si la
productividad aumentara un 1,5% por año (cifra muy conservadora, pues el
crecimiento anual promedio en el periodo 1971-2011 ha sido de 2,4%), el PIB de
España sería 2,25 veces más grande en la segunda mitad del siglo XXI (hacia
2060) de lo que lo fue al principio de la crisis en 2007. Es decir, si el PIB
fuera 100 puntos en 2007, este aumentaría a 225 en 2060. Pues bien, España se
gastó 8 puntos del PIB (el 8%) en pensionistas y 92 en no pensionistas en 2007.
Los alarmistas indican que para sostener a los pensionistas habrá que gastarse
en España en 2060 el 15%, lo cual indican que es inasumible, sin clarificar por
qué es inasumible. En realidad, sería muy asumible. Un 15% del PIB en el 2060
(es decir, de 225) serían 33 puntos (15% de 225) para pensionistas, cantidad
mayor que los 8 de 2007, y 192 para los no pensionistas (225-33=192), lo cual
es superior a los 92 del 2007. ¿De nuevo, dónde está pues el problema? (nota a los
principiantes en econometría: estoy hablando de valor de moneda constante, con
la misma capacidad adquisitiva en 2007 y en 2060).
La referencia al número de cotizantes por pensionista, indicando que el
número de trabajadores por pensionista está bajando, olvida (diría yo
deliberadamente) que la variable determinante de la sostenibilidad de los
sistemas de reparto es la productividad (que no aparece por ninguna parte en el
ICE) y su impacto en la creación de riqueza. Hace cuarenta años, España tenía
el 18% de la población trabajadora en el campo, produciendo alimentos para
todos los españoles. Hoy es solo el 2%. Este dos por ciento produce más
alimento que el 18% de hace 40 años. Imagínese el ridículo de un “Comité de
Expertos” que hubiera alarmado a la población española, cuarenta años atrás,
escribiendo que el hecho de que el número de trabajadores en el campo estuviese
disminuyendo en España, determinaría que la población española se moriría de
hambre por falta de trabajadores en el campo. Pues, no solo no morimos de
hambre, sino que este 2% produce mucho más alimento que el 18% de hace cuarenta
años. En realidad, el estado está subsidiando a los agricultores para que no
produzcan tanto. Pues bien, saquen “alimento” y pongan “pensiones” y verán lo
ridículas que son las tesis catastrofistas del ICE y de los deterministas
demográficos.
El factor demográfico no es el problema. ¿Cuál es? De
lo que no se habla en nuestro país: la distribución de las rentas
El punto clave para analizar la viabilidad de las pensiones no es la
transición demográfica, sino la distribución de las rentas, tema que tampoco
aparece por ninguna parte en el ICE. Centrándose en el “desequilibrio” etario,
se olvidan, ignoran u ocultan el “desequilibrio de rentas” que es la raíz del
problema. Veamos los datos.
La Seguridad Social se financia a partir de fondos derivados del trabajo. Y
en los últimos treinta años, a partir de las políticas públicas de corte
liberal (lo que se llama neoliberal) iniciadas por el Presidente Reagan y por
la Sra. Thatcher, hemos visto a los dos lados del Atlántico Norte que las
intervenciones públicas han beneficiado sistemáticamente a las rentas del
capital a costa de las rentas del trabajo. Las rentas derivadas del trabajo han
ido descendiendo más y más, y las del capital han ido aumentando más y más. En
España esto ha sido muy marcado en los últimos años.
Esta redistribución de las rentas a favor del capital ha creado enormes
problemas. Varias son las consecuencias. Una de ellas es el enorme problema de
falta de demanda, una de las causas del escaso crecimiento en España. Y la otra
es la escasa rentabilidad de la economía productiva –que se basa en la demanda-
e hipertrofia de las actividades especulativas de mayor rentabilidad (y
riesgo). De ahí la enorme inestabilidad financiera y falta de crédito que
contribuyen al escaso crecimiento.
La otra consecuencia de esta redistribución de las rentas a favor de las
rentas del capital a costa de las rentas del trabajo ha sido precisamente la
bajada de ingresos a la Seguridad Social pues, al disminuir las rentas del
trabajo, también disminuyen los ingresos a la Seguridad Social. Ahí está el
problema que el ICE ignora. Las políticas neoliberales que se han estado
aplicando en la Unión Europea (y en la Eurozona a partir del establecimiento
del euro), con el énfasis puesto en la reducción de los salarios y del gasto
público, junto con el desarrollo de políticas fiscales favorables a las rentas
del capital, han sido los mayores ataques (y no hay otra manera de
decirlo) que se han hecho a la Seguridad Social. Estas políticas de reducción
salarial y de gasto público son resultado, en parte, de la enorme influencia
del capital financiero (bancos y compañías de seguros) en la gobernanza de la
eurozona y de los estados. Y ahora es el mismo capital financiero el que está
culpabilizando al envejecimiento de la población de la crisis de la Seguridad
Social. Y el Comité de Expertos, cuya composición condiciona sus conclusiones
(9 de los 12 miembros son personas próximas a la banca y a las compañías
de seguros), también enfatiza esta tesis, promoviendo como solución un enorme
recorte de los beneficios sociales. La gran mayoría de los miembros del llamado
Comité de Expertos son conocidos ideólogos del neoliberalismo que han mostrado
su catastrofismo en sus escritos anteriores al ICE. En realidad, de expertos
tienen poco. De portavoces del capital financiero, sin embargo, tienen mucho.
El abusivo recorte de las pensiones de sus propuestas
La dureza de sus recomendaciones se plasma en su claro intento de reducir
el tamaño de las pensiones, mediante sus propuestas. Pero, antes de describir
estas propuestas, permítanme que aclare que para mantener el nivel de vida que
el pensionista tuvo como cotizante (es decir durante su vida laboral), la pensión
debería aumentarse según aumenta el nivel de los salarios. No hacerlo así
implica que el pensionista irá retrocediendo en su nivel de vida con la edad,
pues los salarios –y por lo tanto el nivel de vida de su país- iría aumentando
más rápidamente que su pensión. El hecho de que reformas previas hayan cambiado
el criterio de aumentar las pensiones adaptándolas, no al crecimiento de los
salarios, sino al nivel de la inflación ha significado un retroceso muy notable
del nivel de vida de los pensionistas en relación al resto de la sociedad. Pero
por si ello no fuera poco, el ICE quiere ir más allá en este retroceso y quiere
adaptarlo a la esperanza de vida del pensionista y al supuesto coste de
mantener esa pensión. Esta recomendación me hace recordar la reciente
observación del Ministro de Economía y Hacienda del gobierno japonés que, en un
momento de crispación, dijo lo que muchos neoliberales suelen pensar pero no se
atreven a decir: “el deber patriótico de los ancianos es morirse cuando les
corresponde”, insinuando además que les correspondería morirse lo más pronto
posible. Naturalmente que el ICE no dice tal barbaridad. Pero la lógica de lo
que propone no excluye este tipo de conclusión. Para la sostenibilidad de las
pensiones es bueno que los ancianos no vivan muchos años o que, si viven, vayan
recibiendo cada vez menos pensiones.
El otro intento de reducir las pensiones es supeditar las pensiones a los
ingresos a la Seguridad Social en cada periodo, con lo cual, el nivel de las
pensiones dependerá del ciclo económico, aunque el ICE niega que esto sea su
intención. Como consecuencia, las pensiones bajarán en momentos de recesión en
contra de lo que la eficiencia económica exige, que consiste en que en momentos
de recesión es fundamental que crezca el consumo a fin de estimular la
economía. Por cierto, el ICE indica falsamente que estas medidas ya se están
aplicando en otros países de la UE-15. Esto no es cierto. Ningún país ha hecho
o está promoviendo unas medidas tan radicales para los pensionistas como las que
el ICE está proponiendo. Suecia, bajo la influencia de los liberales, hizo un
cambio que capitalizó parte de las pensiones, es decir, modificó parte de las
pensiones para complementar las pensiones básicas con fondos procedentes de la
rentabilidad de las inversiones hechas a partir de un componente de la
cotización individual. El enorme impacto negativo que la crisis económica creó
en este fondo de capitalización y su consiguiente impopularidad ha hecho que
los partidos de izquierda hoy en la oposición piensen cambiarlo.
En realidad, la mayor crisis de estos sistemas de capitalización ha
ocurrido en Chile donde, bajo la dirección del general Pinochet, se
privatizaron y capitalizaron las pensiones (excepto para las fuerzas armadas),
habiendo sido un desastre. El ICE no propone esta excesiva privatización, pero
el recorte de las pensiones que propone llevaría a una expansión de las
pensiones privadas, que se rigen por el sistema de capitalización y que
benefician al capital financiero, es decir, a la banca y a las compañías de
seguros (ver el libro Lo que debes saber para que no te roben la pensión de
Vicenç Navarro y Juan Torres, y también, de los mismos autores, Los Amos del
Mundo. Las armas del terrorismo financiero.
Soluciones alternativas
Las soluciones para el futuro de las pensiones pasan por centrarse no tanto
en la transición demográfica, sino en aumentar la riqueza del país y su
redistribución, mediante medidas macroeconómicas, laborales y sociales
(encaminadas a facilitar una sociedad de alta productividad) y medidas fiscales
(orientadas a una redistribución muy marcada de la riqueza que se habrá creado
con este aumento de la productividad y que vaya en sentido opuesto al que ha
estado yendo en estos últimos treinta años, es decir, redistribuyendo desde el
mundo del capital (y muy en especial del capital financiero) hacia el mundo del
trabajo.
En aquellos países que se quiera mantener el sistema de reparto para
financiar las pensiones, es fundamental que aumente el número de trabajadores
(en España hay una enorme cantera de mujeres y jóvenes que quieren trabajar),
impedir los salarios bajos y la precariedad, aumentar la progresividad en la
financiación de la Seguridad Social y del Estado (España tiene uno de los
Estados de la UE-15 con menores ingresos, con menor gasto público social y
menos redistributivos) y aumentar la fuerza de los sindicatos, puesto que la
distribución de la riqueza creada, resultado del incremento de la
productividad, depende no solo del nivel de la productividad, sino también del
poder del mundo del trabajo. Hoy el capital es el grupo de presión más poderoso
que se ha beneficiado más de este aumento de la productividad. Debería
revertirse esta situación y que fuera el mundo del trabajo el que forzara la
redistribución de la renta nacional a su favor y, en consecuencia, de la
Seguridad y de la protección social.
Hoy el capital y su ideología, el neoliberalismo, es hegemónico en el
pensamiento económico del país, hegemonía que explica que incluso amplios
sectores de las izquierdas gobernantes la hayan aceptado. Esta hegemonía es
reproducida en los mayores medios de información y persuasión (ver mi artículo
“¿Es España una democracia? El caso de las pensiones”, Público 12.06.13). Hoy,
los sindicatos son el último baluarte que resiste a esta enorme avalancha
neoliberal. Aplaudo al único miembro del Comité que votó en contra del ICE,
denunciando una farsa de la que no quiso ser parte. Y lamento y denuncio al
economista sindicalista de CCOO que dio legitimidad a dicho informe. Su
aplicación significa un ataque frontal al sistema de pensiones público. Y sus
autores son plenamente conscientes de ello, pues así lo plasman, aunque
intenten disimularlo, en su informe.
El 43,5% de las personas de 50 a 69 años que están cobrando una pensión y han abandonado el mercado de trabajo hubiera deseado seguir trabajando, según una encuesta que ha publicado este martes el INE. Entre ello, los que tenían más disposición a seguir en el mercado laboral eran los de menor edad, ya que en el colectivo de pensionistas de entre 50 a 54 años el porcentaje aumenta al 68% y, hasta los 59 años, al 62%.
ResponderEliminarEstos datos están incluidos en un módulo de la Encuesta de Población Activa publicado por el INE sobre la transición de la vida laboral a la jubilación. En él se analiza la situación de las personas entre 50 y 69 años que han tenido alguna actividad laboral en algún momento de ese período de su vida. La publicación de la encuesta tiene lugar en pleno debate sobre la reforma de las pensiones y el estudio en el Pacto de Toledo de la propuesta para cambiar el factor de sostenbilidad.