Para que exista democracia.
Cada día crece más el número de ciudadano decepcionados y enfurecidos por los abusos de políticos .
También crece
vertiginosamente el número de los que exigen cambios constitucionales
profundos, no simples retoques, los que demandan que se supriman los excesivos
puestos y cargos políticos existentes y que se despoje a los partidos de parte
del poder desmesurado que han acumulado y a los políticos de sus privilegios
desproporcionados.
En
lugar de asumir el desprecio ciudadano y su descrédito como la enorme tragedia
que representa para un sistema democrático que los ciudadanos recelen y
desconfíen de sus líderes, los políticos españoles esconden la cabeza, cierran
los ojos y taponan sus oídos, mientras defienden en público que el rechazo que
ellos provocan se debe únicamente a la crisis económica y a las medidas
adoptadas para combatirla, especialmente a las subidas de impuestos y recortes.
Sin embargo, la verdad es muy distinta: los políticos españoles son rechazados
cada día más por su pueblo por sus fracasos, errores, corrupciones, abusos de
poder y por los estragos causados a la nación, que van desde la liquidación de
la democracia, sustituyéndola por una partidocracia impresentable, hasta la
corrupción institucional, el divorcio con los ciudadanos, la utilización de la
mentira y el fracaso de casi todas las líneas políticas abiertas por los
partidos, desde la gestión de la economía a la defensa de la Constitución, sin
olvidar el fracaso de la cohesión, el desmadre del nacionalismo, la
insatisfacción de los administrados, el hundimiento de la escala de valores y
la pérdida de peso y prestigio internacional de España.
Cuando
parte de los ciudadanos se lanzan a la calle para protestar, los políticos
responden interponiendo a una policía excesivamente represiva entre la protesta
y la casta política y defendiendo mentiras y falsedades como la de que
"sin políticos no hay democracia", cuando la verdad es que lo único
imprescindible para que exista democracia son los ciudadanos. Se trata de una
alevosa mentira que quieren hacernos tragar porque lo que impide la democracia
no es la ausencia de políticos, sino la inexistencia de sociedad civil y el
desprecio a la voluntad popular, dos males que atribulan y a España y que
tienen su origen en el fracaso de sus políticos. Es obvio y evidente que España
sería más democrática y más justa con menos políticos, con menos instituciones
inútiles y con menos privilegios de casta para la clase política que, cada día
más, se convierte en la diana del rechazo y el reproche de una ciudadanía
española que, en democracia, debe ser soberana y decisiva.
Los
ciudadanos españoles echan de menos y exigen a los políticos que reconozcan sus
errores y que pidan perdón por los daños causados a la sociedad. Ningún
político ha pedido jamás perdón en público por lo que ha hecho, a pesar de
haber sido sorprendido con las manos en la masa y, en algunos casos, condenado
a prisión. Ninguno de ellos ha denunciado a los corruptos y sinvergüenzas que
se sentaban en los bancos contiguos o a sus compañeros de partido y gobierno,
autores de abusos y desmanes, habituados a utilizar el dinero público y el
engaño como herramientas para incrementar el poder. Ese silencio cobarde frente
al abuso y la corrupción convierte en cómplice y en culpable a la totalidad de
"la casta".
Casi
todo el sistema está adulterado y la democracia ha sido envilecida por los
partidos hasta extremos inaceptables. Uno de los ejemplos más notables de
degradación es el que afecta a la impunidad práctica de los políticos,
instaurada "de facto" por los partidos con su dominio sin controles
suficientes de las instituciones del Estado. Los que ostenten cargos políticos
deben estar sometidos, en democracia, a una ley penal más dura que los
ciudadanos ordinarios. En España ocurre justo lo contrario y con sólo dimitir
los sinvergüenzas y chorizos ya quedan libres de culpa y de devolver lo robado.
Jesús, se nota tu cabreo institucional por lo que esta ocurriendo en la Universidad Publica
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